miércoles, enero 21, 2015


Columna 
FRAGATA
en Estado Mayor

México, 21 de enero.- Las vueltas de tuerca de la historia están a punto de alcanzar una vez más al Ejército Mexicano, y esta vez podrían ser los testimonios de infantes de Marina los que torpedeen inevitablemente el blindaje militar que comenzó a crujir en la madrugadas del 30 de junio en una bodega del municipio de Tlatlaya.
Mientras en la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) las acusaciones sobre violaciones a los derechos humanos por los casos Tatlaya Ayotzinapa siguen cimbrando los muros de cuarteles y oficinas centrales, en las instalaciones de la Armada de México en estos temas se navega sobre aguas tranquilas, todavía.
En el caso del enfrentamiento y ejecución de 22 civiles en Tlatlaya, estado de México, la Marina tiene un papel circunstancial. Cuatro pick ups Cheyene con 16 elementos arribaron al lugar del tiroteo horas después de que este se produjo.
Los marinos, encabezados por un Teniente de Corbeta, permanecieron en las inmediaciones de la bodega de Tlatlaya menos de una hora, lo suficiente para recibir un breve parte de los soldados del 102 Batallón de Infantería acerca de lo ocurrido.
La explicación de los militares fue prácticamente la misma que todos conocimos oficialmente por parte de la Sedena y que fue avalada por la procuraduría mexiquense, por la lamentable Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) de Raúl Plascencia y por la Procuraduría General de la República (PGR) de Jesús Murillo Karam.
Fue la explicación del patrullaje en horas de la madrugada, de los civiles sospechosos y luego armados y luego violentos, disparándole a los militares. Fue la explicación de los soldados repeliendo la agresión de manera por demás efectiva, causándole al enemigo 22 bajas en unos cuentos minutos y sin que alguien de la tropa resultara herido.
Luego, gracias a la curiosidad desestabilizadora de la prensa extranjera (la nacional digirió sin problemas las versiones oficiales del caso), fuimos conociendo la verdad del enfrentamiento en Tlatlaya, de las técnicas de eliminación aplicadas en el caso de integrantes de la delincuencia organizada, de los métodos de interrogatorio de las autoridades mexiquenses para acallar voces y para proteger instituciones, y los boquetes en los que la memoria de los mandos militares se extravía para bien de la cada vez más misteriosa cadena de mando.

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