Janet y el Carnicero; los Zetas y la Trata de Personas
Posted: 19 marzo 2011 Crónicas Periodísticas
Jorge Alejandro Medellín
Otra vez se les juntaron a Irma y a Janet tres días sin comer. El hambre y el encierro las hacen olvidar por momentos las otras fechas, las otras formas de llevar un calendario de pesadilla que acumula rezos y plegarias para escapar de los Zetas hasta formar un rosario interminable de esperanzas y tristezas que se suceden una tras otra.
Sus días dejaron de ser números para convertirse en semanas sin bañarse, en meses de abuso sexual, en noches de infecciones y cocaína para mantenerlas despiertas y muchas madrugadas cocinando y lavando la ropa ensangrentada de los “carniceros” -sus captores y dueños- cuando regresan de ejecutar y deshacerse de los migrantes que no pagaban las extorsiones para seguir su viaje hacia el norte.
Así miden el tiempo y así llevan sus vidas las dos centroamericanas (una salvadoreña y la otra guatemalteca) que se conocieron en un vagón del tren que iba a Tabasco.
Luego se reencontraron en una de las casas de seguridad que los Zetas, o una versión al servicio de ellos, tienen en Coatzacoalcos, Veracruz, protegidas por policías locales y por redes de taxistas y gente comprada o amenazada en el negocio de la trata de personas.
La segunda vez que se vieron, el día del reencuentro en una de las casas que también atendían, las dos se prometieron que nunca se volverían a separar, que pasara lo que pasara iban a estar juntas para lo que fuera.
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