- Bonfilio Rubio Villegas, indígena nahua, regresó a México para que lo matara una bala del Ejército. Eso fue en junio del 2009, en un retén militar. Desde entonces su familia busca justicia y lucha porque la investigación se realice en un juzgado civil y no en el fuero militar, donde se encuentra ahora.
MÉXICO, DF.- La investigación por la muerte de Bonfilio comenzó en un juzgado civil, pero éste declinó su competencia y envió el expediente al fuero militar. En diciembre pasado, la familia de Bonfilio ganó una sentencia de amparo para que el expediente regrese a las manos de un juez civil. El Ejército se resiste a dejar el caso.
El 28 de diciembre de 2011, la Procuraduría General de Justicia Militar (PGJM) presentó un recurso de revisión en contra de la sentencia de amparo. En él argumenta que el caso debe continuar en el fuero castrense, porque no es una violación a los derechos humanos, ya que “en ningún momento el Estado ordenó directamente que se privara de la vida a Bonfilio Rubio”.
Para el Ejército —de acuerdo con en el recurso de revisión—, “la violación de los derechos humanos de los civiles se da cuando el Estado realiza una acción tendiente a socavar, transgredir o reprender de manera deliberada a un individuo o grupo de individuos, expresándose en detenciones arbitrarias, muertes, incomunicaciones, detenciones con desaparición, torturas, malos tratos”.
En el caso Bonfilio, señala la PGJM, no se puede aplicar lo ordenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, el 23 de noviembre del 2009. Ese día, en la sentencia que emitió por la desaparición forzada de Rosendo Radilla, el organismo señaló: “El fuero militar no podrá operar bajo ninguna circunstancia frente a situaciones que vulneren derechos humanos de civiles”.
El pasajero del asiento 45
Bonfilio nació en Tlatzala, una pequeña comunidad ubicada cerca de Tlapa, Guerrero. Cuando tenía 21 años migró a Estados Unidos. Llegó a Nueva York. Su empleó como ayudante de cocina en un restaurante le permitió enviar dinero a sus padres y a construir una casa en su pueblo.
En diciembre de 2008, Bonfilio regresó a México. Buscó un trabajo fijo en el Distrito Federal, pero no tuvo suerte. Seis meses después decidió regresar a Nueva York. Viajó a su pueblo para despedirse de sus padres y cerrar el trato con el pollero que le cobraría unos miles de pesos por ayudarlo a cruzar la frontera de Estados Unidos.
El sábado 20 de junio de 2009, Bonfilio se despidió de sus padres. “Estaba muy contento” —recuerda su hermano José— , a mis padres les dijo que en Nueva York, seguro encontraría trabajo y enviaría dinero para terminar la casa que dejó en obra negra”.
A las nueve de la noche, en la terminal de autobuses de Tlapa, Bonfilio abordó el camión de la línea Sur, placas 367-HR7.
Entonces, él creía que llegaría a la ciudad de México. En el crucero donde se unen los caminos que van a Santa Cruz y Huamuxtitlán, el autobús se detuvo en un retén militar. Soldados del 93 Batallón de Infantería pidieron a todos los pasajeros que bajaran del vehículo para una revisión. A Fausto Saavedra, indígena mixteco que viajaba en el autobús, lo detuvieron porque portaba botas del Ejército. Los soldados ordenaron al resto de los pasajeros subir al camión. El chofer del autobús, Alberto Pizano, pidió a los soldados que firmaran en su hoja de registro de pasajeros, para tener una prueba de la detención de Fausto.
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