JORGE ALEJANDRO MEDELLÍN
“Mi cabeza es una monstruosidad señor… nada más de acordarme me cierno todo…”, dice “Villalbita”, ex paracaidista del ejército mexicano que se lleva las manos al cabello y retrocede dos pasos. Se cierne otra vez y cuenta su historia.
Fue en el noveno salto cuando a Miguel Ángel Villalba Gutiérrez el mundo se le empezó a hacer pedazos; primero en el aire, luego en tierra, más tarde en las calles de Tecámac, y después en las oficinas de la Defensa Nacional.
En sus momentos de lucidez recuerda haber sido arrojado al vacío por un teniente a pesar de haberle dicho que estaba enfermo. Recuerda haber perdido el conocimiento y recuperarlo en el aire, pero a pocos metros del suelo. El paracaídas abierto sobre el límite y luego, el golpe. La cabeza que se le fue haciendo “una mounstruosidad”, los dos o tres meses en el siquiátrico militar y una solicitud de baja del ejército que él asegura nunca haber hecho.
La baja se hizo oficial, “por haberla solicitado”, el 1° de octubre de 1989. Entonces dejó de pertenecer al 1er Batallón de Fusileros Paracaidistas, señala un oficio emitido por la Dirección de Justicia Militar (Subdirección de Retiros y Pensiones) el 26 de octubre de 2001, firmado por el general de Brigada José Luis Chávez García, entonces director de Justicia Militar.
“Cómo iba yo a pedir mi baja si estaba todo mal, no sabía lo que pasaba, no sabía que tenía en mi cabeza”, relata.
El documento fue en respuesta a una de tantas solicitudes hechas por Villalba para que el Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas (ISSFAM) le otorgara una pensión por lo ocurrido. El oficio (Sección: Gestión Beneficios. Mesa 5/a. Consultoría. Número SGB-V-30487) precisa que de acuerdo con las consultas hechas a la Dirección General de Archivo e Historia de la SDN Miguel Angel pidió su baja.
De la investigación interna en la SDN “no se comprobó que tenga personalidad militar” y por lo tanto, “no está obligado a la reciprocidad de derechos y obligaciones con el Instituto Armado”, precisa el oficio.
El ex paracaidista fue dado de alta del siquiátrico militar el 12 de agosto de 1989. Dieciocho días más tarde recibía la notificación de su baja y un certificado en el que se señalaba que padecía esquizofrenia simple, por lo que era inútil para el servicio.
Más allá de la improcedencia de su solicitud de pensión, Miguel Angel busca desde hace mas de 12 años, respuestas a lo que le ocurrió y a la actitud de las autoridades sobre su caso. Nadie le contesta.
NO QUERÍA SALTAR
No tiene novia. No se ha casado y tampoco tiene hijos. “Cómo, para qué, quién me va a querer así, todo mal, todo enfermo como quedé… mal, de la cabeza del golpe tan tremendo”.
--¿Qué fue lo que pasó?
-- Un golpe cráneo encefálico que no se registró en la base aérea mexicana, por problema que por pura lógica con dos años no me dieron mi pensión y por una baja con dos años no la dan. Es mínimo tres años.
-- ¿Cómo fue?
-- En el noveno salto pero yo llevaba más. No eran nueve, pero me dijeron, son nueve, son nueve, está bien, órale, son nueve jefe, nueve.
-- ¿Paracaidista?
-- Sí, yo fui paracaidista y hasta yo mismo me cierno a lo que fui, a lo que terminé ya. Mi cabeza estoy enfermo. Lo acepto. Fue una alevosía por parte de un jefe inmediato. Me aventó, me aventó. Era un salto normal. Fue el teniente Odón, parece que ya está muerto. Todos lo conocieron. Le tenían un pavor. Yo fui lanzado por él y fui amenazado con pistola de que iban a matar a mi mamá si no firmaba mi baja.
“Yo tengo fotografías donde soy aventado, me desmayo y caigo y en el suelo me aventaron agua, o sea ya llegaron con esa personalidad,¿no?. Mire, todos los he perdido. Mis dientes, mis muelas”.
Miguel Angel, de 39 años de edad, dice que en el siquiátrico militar lo amenazaron cuando llegó. Que le dijeron tú ya venías enfermo, nada de que te aventaron, nada de que te pegaste en la cabeza. Que si decía algo o insistía en el tema le iban a matar a su mamá y que iban a quemar su casa.
“Y yo entré con él a la brigada por lo mismo que mi hermano era fuerte…había sido preventivo y judicial…y órale, sale… entonces estoy representando a la brigada…entonces ese salto, en ese salto ese jefe se subió a molestar y conmigo se topó con piedra…porque era más turbulencia y no es lo mismo cuatro motores que dos motores...era cuatro motores, era un 54 y era mas turbulencia”.
Miguel hace una pausa. Se pasa una mano por la boca y mirando al reportero le dice, ¿ya ve?, así soy, que de repente digo las cosas y de repente, como ahorita, se me va el avión. Estoy platicando con usted y luego saco otro tema y así.
SEÑOR PRESIDENTE
El 30 de octubre de 2002, Miguel Angel Villalba le escribió a Fox pidiéndole trabajo, una pensión que la SDN le ha negado y la ayuda y comprensión que busca sin éxito desde hace más de 10 años. La carta que muestra no tiene acuse de recibo.
Oriénteme o desengáñeme de mi problema que me aflige, le escribió al mandatario.
“Yo ingresé al servicio militar el 15 de diciembre de 1987, en el Primer Batallón de Fusileros Paracaidistas, de donde me dieron mi baja el día 1° de octubre de 1989. Como se dará cuenta sólo estuve dos años en el servicio y esto desgraciadamente no fue porque yo solicité dicha baja, mis superiores me la dieron porque yo sufrí un accidente en el salto de paracaídas. Esto sucedió bajo las órdenes de mi superior, el Teniente Odón N.”
El 19 de agosto de 1996 acudió a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) para plantear su situación (Expediente CNDH/121/96/DF/C05367.00). Denunció “incumplimiento en las prestaciones de seguridad” del ISSFAM. Se trató de una queja “administrativa” de tipo “individual” que en opinión de la licenciada Araceli Pérez –receptora de la queja- no era de la competencia de la comisión, esto de acuerdo con el Artículo 33 de la Ley de la CNDH. La denuncia no prosperó.
LOS TRES COCHINITOS
“Ay Villalbita -le decían sus compañeros-, mira nada más, abriste tarde al paracaídas y mira que chingadazo te acomodaste”. Miguel Angel recuerda parte de los momentos que siguieron a su caída en uno de los campos de la Base Aérea de Santa Lucía, en Tecámac, estado de México.
“Cuando caigo todos se acercaron y yo sentí feo de veras, feo….que me quebraba todo… en la cabeza…fue una cosa fea de veras”. A Villalbita se le aceleran la voz y las maneras y habla rápido y bajito. Dice que sus amigos hicieron lo posible por reanimarlo.
“Me movían primero, me decían mi nombre luego me gritaban y para reanimarme uno o dos que me acuerdo me cantaban hasta los tres cochinitos para que yo reaccionara y nada”.
Trece años después, Miguel Angel Villalba trata de ganarse algunos pesos cantando o vendiendo dulces en los camiones que corren por las calles de Tecámac, en los alrededores de la Base de Santa Lucía.
Lleva a su manera el uniforme del Batallón de Paracaidistas; pants raídos y decolorados en tono verde olivo, una playera verde oscura y gorra beisbolera en rojo intenso, a manera de boina púrpura como las que usó muy poco tiempo en la FAM, con la leyenda “Del cielo a la misión”. Y sobre su espalda, una desgastada mochila verde olivo en la que lleva también medicinas y fotocopias de documentos oficiales de la SDN y de la CNDH.
Pasado de peso, con la barba crecida y enormes lentes de armazón negra, Miguel Angel recoge sus documentos mientras completa su historia con pedazos de su estancia en el siquiátrico de Fray Bernardino. Es que me ponía yo todo mal, hasta en mi casa me tenían que amarrar para que me calmara. Ahí estaba, ahí me tenían en un rincón del cuarto, dice.
Y si no hay pensión, si no hay ayuda, por lo menos pide que le den trabajo en la Base Aérea o en las instalaciones del Batallón de Paracaidistas. “Ahí conozco bien; puedo lavar lo camiones, limpiar los pisos, puedo limpiar las instalaciones. Nada más que me dejen estar ahí, que tenga forma de ganarme los pesos. Nada más eso”.
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jueves, enero 11, 2007
Historias de tropa.
Paracaidistas
DEL CIELO A LA MISION
... Y LUEGO AL OLVIDO