lunes, octubre 20, 2008

Sanear a los policías, misión imposible.


FOTOS: JORGE ALEJANDRO MEDELLÍN.



CÁRTELES MANTIENEN INFILTRACIÓN EN CORPORACIONES FEDERALES.



JORGE ALEJANDRO MEDELLÍN

La presencia en el Distrito Federal de grupos operativos de los cárteles de Sinaloa, de Michoacán y del Golfo es un hecho innegable y grave, pese a lo que puedan decir o sostener la Procuraduría General de la República (PGR) y las autoridades del Gobierno del Distrito Federal (GDF).

La captura de al menos 16 personas que formaban parte de una célula del cartel de Sinaloa, ocurrida al norte de la ciudad, en la colonia Lindavista, es tan sólo un botónm de muestra que confirma una vez más el desplazamiento de sicarios y operadores a a ciudad de México para seguir adelante con sus operaciones y su respuesta frontal al Estado mexicano.

Entre los detenidos está JESÚS ZAMBADA REYES, sobrino de Ismael Zambada García, "El Mayo Zambada", óperador histórico del cartel de Sinaloa y una de las leyendas del narcotráfico que comenzaron a ser referencia obligada sobre este tema desde finales de la década de los ochentas.

El enfrentamiento que derivó en la detención de este grupo operativo del narcotráfico en el corazón del país, reafirma al mismo tiempo los niveles de penetración del narcotráfico en las estructuras policíacas federales diseñadas para combatirlos.

Lo que primero fue un enfrentamiento derivado de supuestas denuncias ciudadanas sobre la presencia de gente armada en las inmediaciones de Zacatenco, se convirtió poco a poco en un complejo entramado de hechos que perfilan tanto la forma en que operan las redes del narco en la capital del país, como la inagotable capacidad de cooptación de la que es capaz el crimen organizado.

El sobrino de un narcotraficante tanto o más buscado que Joaquín Guzmán Loera, además de varios policías (algunos en activo otros en proceso de baja) de diversas corporaciones tanto federales como locales y de otras entidades, permiten asegurar con toda certeza que la capacidad de penetración del crimen organizado -si bien ha sido golpeada- se encuentra sólida o al menos intocada por lo que hace a sus vasos comunicantes en niveles inimaginables.
Las detenciones hechas la tarde del lunes 20 d eoctubre muestran aspectos divergentes y paradójicos de la lucha antidrogas; por una parte aparece -según la autoridad federal- el creciente involucramiento de la sociedad civil en las denuncias sobre la presencia de miembros del crimen organizado.
Por otro lado, se muestra también, a la par de espectaculares capturas como la ocurrida el fin de semana en una fiesta exclusiva que se celebraba al sur de la ciudad, en el camino al Desierto de los Leones, la capacidad de los cárteles para hacerse presentes, para mutar y asimilar golpes como el decomiso de toneladas de droga que la opinión pública y las propias autoridades creyeron serían estocadas importantes en su funcionamiento.
Los golpes al narcotráfico aparecen como acciones inevitablemente especyaculares, pero en el fondo acaban mostrando las limitaciones en el combate a este fenómeno, reflejadas simple y sencillamente en los escandalosos niveles de corrupción que siguen permeando a todas y cada una de las corporaciones de seguridad encargadas, supuestamente, de atacar al narco.
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