Alta deserción y bajo reclutamiento, retos del Ejército.
JORGE ALEJANDRO MEDELLÍN El niño, de unos tres años de edad, se entretiene junto a la reja en una de las salidas del Metro en la estación Cuatro Caminos. En estos dos años de administración calderonista, el alto mando de la Defensa Nacional consiguió un incremento de emergencia de 1,500 pesos mensuales para la tropa como aliciente para evitar más deserciones. Aún así, la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) ha visto caer el número de militares que ingresan a sus filas mediante el reclutamiento en los últimos doce años. De los casi 12 mil soldados captados por el Ejército en 1997, la cifra ha caído hasta sumar menos de 3 mil elementos en 2007, según datos de la propia institución revelados mediante la Ley Federal de Acceso a la Información (IFAI Folio: 0000700083607). Las estadísticas sobre los niveles de reclutamiento en 2008 se desconocen. EL UNIVERSAL solicitó a la Sedena las cifras actualizados sobre reclutamiento en sus 12 Regiones y 45 Zonas Militares, pero no obtuvo respuesta de la dependencia. Lo mismo sucedió en el caso de la Secretaría de Marina-Armada de México, a la que también se le pidieron informes actualizados sobre el tema, que abarcaran de 1997 a la fecha. Tampoco hubo repuesta. LA VIDA DURA. Según datos de la Sedena, el sueldo mensual de un soldado raso es de unos 6 mil 101 pesos con 12 centavos, cantidad bruta a la que habrá que irle descontando préstamos, impuestos y lo que surja en el camino militar. PRECARIO EQUILIBRIO. A este panorama se añaden las constantes deserciones, que se han traducido en el abandono de más 150 mil militares en la última década. En respuesta a esta situación, la Sedena ha dicho en su momento que si bien la deserción asciende en promedio a 20 mil efectivos por año, otro tanto se incorpora al Ejército ya sea por reclutamiento o por ingreso a sus planteles educativos. De cualquier forma el equilibrio sigue siendo precario. La vida militar ya no parece una opción suficientemente sólida y el reclutamiento va a la baja, sostiene José Luis Piñeyro, catedrático de la UAM Azcapotzalco. El fenómeno, dice, puede explicarse a partir de realidades concretas en las que predomina el agotamiento del esquema de la vida castrense como una opción atractiva, ya que al paso de los años o en pocos meses el nuevo soldado descubre que si bien tiene garantizados ciertos beneficios, también ve que sus posibilidades de ascender socialmente son cada vez más reducidas o nulas. Al mismo tiempo, los salarios de la tropa –que conforma el grueso de las filas militares del Ejército- siguen siendo muy bajos. En muchos casos son menores a los de cuerpos policiacos municipales y estatales. Además, los soldados están siempre lejos de sus familias, sujetos a un desgaste continuo, enfrentados al crimen organizado, expuestos a las venganzas de sicarios, al maltrato de sus jefes y la tentación de vincularse con cárteles de las drogas. DESEMPLEO JUVENIL Y RECLUTAMIENTO. Para el investigador del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), Gonzalo Saraví García, el asunto va más a fondo y se relaciona con la pérdida de expectativas y horizontes de progreso por parte de los jóvenes de entre 13 y 20 años de edad, pertenecientes a grupos sociales marginados. Ese es precisamente el sector del que se nutre mayormente el Ejército Mexicano. Saraví señala que ese panorama de agotamiento y terrible desencanto de los jóvenes podría explicar, al final del esquema, la desilusión ante la opción de la vida militar pero también su resultado final: las deserciones en las fuerzas armadas. Sus estudios con jóvenes de sectores marginales acerca del desempleo le han permitido ver que los muchachos buscan otras vertientes para tratar de insertarse en la sociedad, dejando de lado posibilidad de la vida en los cuarteles. Mediante encuestas hechas para sondear sus intereses, perspectivas y movilidad social, Saraví ha confirmado que los jóvenes no ven en la vida militar una salida o solución a su problema fundamental, que es la falta de una perspectiva real de vida y crecimiento personal. "Entre los jóvenes de sectores populares con los que he trabajado desde hace varios años, muy pocas veces aparece la opción de enrolarse en el Ejército para cubrir una necesidad o una perspectiva de vida. Si acaso llegan a plantearse la posibilidad de convertirse en policías o en todo caso en Judiciales, porque ganan más dinero de una u otra forma", señala el académico. "Comienzan entonces a brincar de trabajo en trabajo, ya sea porque no llena nunca sus expectativas, porque el sueldo es malo, porque se les exige mayor nivel educativo o porque lo que ganan se va quedando corto y no cubre los gastos básicos y además no les deja dinero para al menos divertirse". Ese comportamiento se va traduciendo en una volatilidad ante el empleo, que a la larga deriva en el abandono. VOCACIÓN EN DUDA. Adolfo Miranda, presidente del Centro de Estudios en Seguridad Pública (CESP), indica que las deserciones, ligadas al esquema que rodea al reclutamiento militar, redondean un panorama que permite cuestionar seriamente si los mexicanos contamos en realidad con un ejército profesional. Esta idea, explica, surge del análisis de las condiciones que debe cumplir una fuerza armada para catalogarse o ser considerada como profesional. Miranda señala las paradojas que rodena la dinámica de la institución militar en México en los últimos años, en donde si bien existen mayores y mejores prestaciones para que el reclutamiento se dé aparentemente con menos problemas, la realidad es que éste va a la baja y la vida en los cuarteles ya no satisface a los nuevos soldados. Entonces vienen las deserciones y la pregunta ineludible, ¿tenemos un ejército profesional? Tal parece que no es así o no todo lo profesional que se desearía, señala el presidente del CESP al revisar la dinámica de la vida militar, la cual indica que "los oficiales son los que se quedan y los soldados son los que se van". El hecho es innegable, dice, "porque la principal motivación para ingresar al Ejército como soldado sigue siendo el huir de la pobreza, escapar de condiciones de vida precarias". Así, tras un adiestramiento básico para estos hombres, "tenemos un soldado listo para entrar en acción, al menos en misiones elementales, tras un entrenamiento de cuatro o seis meses. Entonces –insiste Miranda- "¿tenemos al final de cuentas un ejército profesional?". VOCACION O NECESIDAD La mujer parece la mamá del niño pero no lo es. Se acerca a alguno de los seis soldados de civil que leen y subrayan todo lo que pueden del manual de Materiales de Guerra. EN CADA HIJO TE DIO. El Reglamento para el Reclutamiento de Personal del Ejército y Fuerza Aérea mexicanos señala, en su Capítulo XI, que el contrato firmado como soldado raso tiene una duración de tres años. Los números de la institución lo demuestran y ahora, a las deserciones de miles de militares se suman las ausencias de reclutas para integrarse a la vida en los cuarteles. La crisis social y la de seguridad pública alimentan a esta nueva serpiente que termina por morderse la cola. César, de 19 años, platica con otro chavo a la salida del Metro Cuatro Caminos. Le explica lo que debe hacer para recoger su cartilla, porque ya marchó. --¿Y tu?, ¿vienes a pedir informes?, ¿vas a entrar al Ejército?, le pregunto. Se ríe. No, bueno, yo ya estuve…pero me salí. Hice mis exámenes y todo y me quedé, pero… me salí y ahora quiero regresar. --¿Te gusta la vida militar? ¿Por qué escogiste el Ejército? --Me gusta, todo esto me gusta, me atrae… --¿Entonces por qué lo dejaste? --Porque a lo mejor estaba yo muy chavito, acababa de salir de secundaria y quise entrar desde abajo, pero no aguanté, la verdad, no aguanté; era mucha disciplina, mucha presión… --¿Malos tratos? --No, más bien demasiado orden y para uno como chavito, pues es mucho, ¿no? Que levantarse a las cinco de la mañana, que tender la cama y todo en orden y limpio, que las botas súper limpias y boleadas todo el tiempo. "O sea, todas las cosas que no haces en tu casa y menos en otro lado. Así que no aguanté y como a los 15 días que pido mi baja". De eso hace tres años. Ahora quiere regresar. Ya casi acaba el bachillerato y está decidido a hacer de nuevo sus exámenes para ingresar a otra arma, porque a Transmisiones ya no. Teme haber quedado fichado y que lo rechacen a la primera, aunque se las sepa todas en cuestión de armas, leyes, estructura, insignias, mandos, organización y vida militar.
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