martes, abril 17, 2012

Una Guerra criminal
1.- A final, el balance sobre el accionar de las fuerzas armadas mexicanas en el combate a los cárteles de la droga será positivo, pero no por los logros alcanzados o por las metas rebasadas, traducidas en la disminución de ese fenómeno delictivo o en la desaparición de uno, dos o tres cárteles o tal vez en la recuperación efectiva de espacios públicos (léase pueblos, zonas, municipios, regiones dominadas por el arco, no parques y jardines remozados para la foto). Más bien todo lo contrario.

2.- Se dirá en unos meses más que los soldados y marinos lograron impactar al enemigo con lo poco, mal armado, segmentado y mal planeado que tenían. Que la estrategia fue mejorándose y creciendo en complejidad y efectividad sobre la marcha. Que en ello hubo empeño, institucionalidad, apego a la ley y sobre todo, claridad en los objetivos de la misión.
 
3.- Es cierto, pero lo es también que la mayor parte de la estrategia contra el narco se hizo sobre las rodillas, que la guerra calderonista tomó a la Marina y al Ejército (incluida la Fuerza Aérea) con un inventario de material bélico anquilosado, insuficiente, de corta vida y poca fuerza ante el poder de fuego del narco.

4.- Además, la actualización de las fuerzas armadas en materia de combate a la delincuencia organizada también quedó exhibida, así como la gradual dependencia hacia la tecnología altamente especializada, la operatividad y la información sensible de inteligencia de los estrategas del Pentágono, de la Marina, de la DEA y de otras instancias norteamericanas.

5.- Los años del calderonismo han sido también los de una creciente dependencia militar en materia de adiestramiento y dinámica operativa norteamericana. Tras su éxito y retiro de Afghanistán, una parte de los militares estadunidenses se ha dedicado a aplicar en México las teorías y formas de operar de sus tropas en Medio Oriente.

6.- La Sedena y la Marina trabajan de manera conjunta y cada vez más estrecha con almirantes y generales encargados de llevar adelante estas formas de confrontar a un enemigo que aprendió rápidamente a camuflarse, a convertir su desventaja doctrinaria y de adestramiento en una versión renovada de guerrilla urbana a partir de la explotación del miedo, de la corrupción policial y administrativa, del resentimiento de un sector de la sociedad y de la impunidad rampante que caracteriza al país.