martes, diciembre 20, 2011

Cabos, maestres y capitales deben dejar sus rangos militares para convertirse en pintores, escoltas, en lo que concluyen sus procedimientos penales. FOTO: GRETTA HERNÁNDEZ

Justicia militar, sin presuntos inocentes


Elementos de la Sedena y la Marina platican cómo cambian su vida las acusaciones, cómo resultan afectadas sus familias y la forma en que ellos son sus propios abogados
 
JORGE MEDELLÍN
Diciembre 20, 2011 1:15 am
     El último trabajo del cabo primero de Infantería de Marina, José Borges, fue como escolta. De eso hace tres semanas. Cobró mil 500 pesos diarios por cuatro jornadas de en las que no iba armado ni contaba con chaleco antibalas y mucho menos con algún documento que amparara su situación jurídica en caso de una emergencia que lo obligara a actuar.

     El cabo de Sanidad José Manuel Valentín vive algo parecido, aunque los cuatro años de carrera –trunca- en la Escuela Médico Militar le sirvieron para encontrar empleo temporal como maestro de enfermería en una escuela particular. Así se gana la vida mientras el proceso militar en su contra sigue adelante.

     Pintor de casas, encargado de negocios personales, gestor de trámites a sueldo son algunas de las chambas que el capitán segundo de Materiales de Guerra, Manuel Contreras Maqueda, ha hecho para sobrevivir por su cuenta en la ciudad de México y en Querétaro.

     En el 2008 fue acusado de robar cartuchos y cargadores para armas cortas en el almacén de la 24 Zona Militar en Cuernavaca, Morelos. Los robos ocurrieron en el lapso de los 23 días en los que él estuvo comisionado en la base militar de Temamatla, en el Estado de México, por órdenes superiores.

     El inicio del procedimiento judicial militar en su contra lo tiene en una total indefensión económica, como ocurre con el marino Borges y el cabo Valentín.

     Esto es desmoralizante, no sólo porque te acusan de cosas que no investigan y que no pueden comprobar, sino porque las familias se deshacen, vienen los divorcios, no ves a tus hijos, tienen que dejar la escuela; en realidad te quedas sin trabajo, sin forma de sobrevivir y lo peor es el estigma que te causa, porque la gente de donde vives, hasta los amigos, te etiquetan, te miran de otra forma o de plano ya no te hablan, te van excluyendo, relatan los tres militares mientras muestran documentos en los que consta parte de las indagatorias en su contra en las que existe un común denominador: la presunción de inocencia como la gran ausente en los criterios de los juzgadores militares.

     Además, recuerdan, uno está a disposición de la secretaría y si deciden enviarte a Tamaulipas o a Chihuahua o a Sinaloa o a Veracruz o a Guerrero, donde está el narco, lo puede hacer cuando quieran, a medio proceso judicial.

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