miércoles, marzo 04, 2015

Columna DE ORDEN SUPERIOR

La Distancia

La Sedena ha encabezado, penosamente, la lista de las dependencias con más quejas y denuncias por violaciones a los derechos humanos. 
1.- El Ejército Mexicano, más bien sus mandos, se sienten dolidos y separados del pueblo del que emanan. Su comandante en jefe, el general Salvador Cienfuegos Zepeda, habla de argucias, de complots impronunciables para distanciar a los militares de la sociedad a la que protegen, respetan y cuidan como parte de sus misiones.

2.- Cienfuegos, como su antecesores, no pudo evitar la recurrencia al viejo y desgastado discurso de Estado, que siempre ha querido mezclar (para luego blindar) el origen de las fuerzas armadas con la presencia del “pueblo” en sus filas (¿indígena, campesino, rural originario de… autóctono, moreno, mestizo, urbano, desempleado, expulsado del campo, semi rural, semi urbano, ?), pueblo al que en momentos clave de la historia del país ha reprimido ferozmente.

3.- El general usó un recurso manoseado por otros secretarios de la Defensa como Guillermo Galván o Clemente Vega o Enrique Cervantes Aguirre, quienes, en contextos específicos, claro, pero que finalmente hablaban de presiones, de intentonas sectarias para alejar a los militares del multicitado, llevado y traído pueblo.

4.- Esta moda de invocar esta áspera relación entre civiles (del pueblo) y militares cuando el presidente en turno y su equipo de gobierno son sacudidos por episodios de inestabilidad que no pueden ser explicados como torpezas, excesos, omisiones, pésimas lecturas de la realidad y peor toma de decisiones políticas, sino como el resultado de conspiraciones para descarrilar los logros de mandatario en turno.

5.- En 1995, el secretario de la Defensa Enrique Cervantes Aguirre, se sacó de la manga una ceremonia  militar para apoyar al quebradizo régimen de Ernesto Zedillo, pronunciando un discurso plagado de apoyos, lealtades y compromisos de la milicia hacia su Comandante Supremo en tiempos de severa crisis.

6.- Eran los turbulentos años de la secuela zapatista en los que la andanada de rumores sobre el estado de salud de tal o cual funcionario (empezando por el presidente de la República) le pegó también a Cervantes. Al general lo enfermaron de todo y, al igual que a Zedillo, se filtraba aquí y allá que su dimisión era inminente. No hubo tal.

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