martes, marzo 09, 2010

Columna DE ORDEN SUPERIOR.

Desorden nacional, percepción en los cuarteles.

Militares y políticos en áreas de seguridad perciben un caos que crece en el país. Acusan la negativa o falta de capacidad del presidente y de sus asesores para reconocerlo.
Jorge Alejandro Medellín

El futuro inmediato -2011 y 2012- es un escenario incierto en cuanto al tema de la seguridad pública en México y el curso que seguirán agendas como el combate a los cárteles del narcotráfico.
En las oficinas de la Defensa Nacional, de la Armada de México, de la Secretaría de Seguridad Pública Federal, de la PGR y de las demás instancias involucradas en la toma de decisiones y el seguimiento de la estrategia de lucha contra las drogas se revisan una y otra vez los detalles, avances y retrocesos en este combate y se llega invariablemente a la misma conclusión: hay desorden generalizado en la administración del país, y el único sitio en donde no se percibe esta discordancia entre la realidad y el voluntarismo gobernante, es en los pasillos de Los Pinos.
No solo hay certeza en torno al descontrol existente en el país. También hay desconcierto y enojo ante la actitud imperante de los hombres más cercanos al presidente Felipe Calderón en cuestiones de seguridad, porque su postura es invariable: hay complicaciones pero hay gobernabilidad y todo está bajo control.
Nada más alejado de la verdad. Estrategas militares activos y en retiro y policías de larga carrera también activos y en retiro provisional, me han comentado con asombro, algunos, y exasperados, los otros, que es imposible pretender avanzar así en un camino de por sí sinuoso, mientras no se reconozcan primero las debilidades para luego corregir errores y dar pasos firmes en la dirección a la que se busca llegar.
El otro problema radica en saber si ese sitio, esa ruta, existen; si son alcanzables, de qué manera, con qué medios, con cuáles costos, en qué plazos estimados y con cuáles logros concretos y evaluables.
Lo cierto es que estas preguntas no han sido contestadas aún, pese a lo que sostenga el gobierno federal. Los resultados de la estrategia fallida siguen brillando por su ausencia ante la mirada de propios y extraños dentro y fuera de México.
He platicado en las últimas dos semanas con militares, senadores, diputados y analistas en temas de seguridad y narcotráfico. Sus raíces y visiones políticas son diversas y eso enriquece el análisis de temas tan delicados y graves como el narcotráfico y la manera errada en la que se le están combatiendo si la lucha se queda sólo en ese plano policiaco-militar (en donde las limitaciones operativas, tácticas y estratégicas del gobierno también han quedado en evidencia en determinadas etapas de esta lucha).
Políticos y militares reconocen por fin que si el combate al narco no escala dentro y fuera del país a escenarios más complejos y de verdadera cooperación internacional, el fracaso de México y de sus aliados en esta lucha estará garantizado de antemano.
Hoy, señalan mandos castrenses y legisladores federales, la guerra al narco debe darse asestándole golpes reales y contundentes a sus estructuras financieras y a las que le han servido de base para robustecer la extensa y profunda red de corrupción que ha permitido al narco no solo retar y responderle al Estado con capacidad de fuego y movilidad tipo guerra de guerrillas, sino sobre todo crecer y seguirse expandiendo en negocios legales (como por ejemplo, la venta e importación de artículos para baño y cocina; tarjas, tinas, regaderas, mosaicos, muebles, macetas, jardinería, mármol, pisos de madera, cortinas de plástico, lavabos, espejos, coladeras, tubería de aluminio, perfiles, etc.) a la vista de todo el mundo y sin el menor asomo de vinculación al crimen organizado.

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